Pasaporte musical

Pasaporte musical

“Por Bea Bosio”

Escuchar la histo­ria de Talita es creer fervientemente en el poder transformador de la música. Porque la distan­cia puede parecer infinita entre Pedro Juan Caballero y un master musical en una universidad en Pennsylva­nia, pero Sonidos de la Tie­rra tiene el arte de empo­derar las almas, y Talita es alumna de esas aulas.

Cuando la conozco está empacando en San Lorenzo, mientras se despide de sus padres que la siguen de lejos –desde la computadora– en una llamada:

–”¿Tenés todo listo?” pre­gunta su madre, y el amor viaja a través de una pan­talla en forma de gratitud, ilusión y añoranzas. Ha sido largo el camino de esfuerzo sostenido, matizado en acordes de esperanza.

Talita tenía 14 años cuando conoció al amor que cambia­ría para siempre el curso de su existencia: La música. Le prestaron un violín y se abrió en ella un mundo de posibi­lidades infinitas: Ensayos. Orquesta. Amigos y viajes más allá de las fronteras. En este universo nuevo, la escuela de Sonidos no solo le enseñó las notas. También aprendió en sus clases lec­ciones de liderazgo, compro­miso y resiliencia.

Por eso entendió muy pronto que con esfuerzo, no había sueños imposibles ni distan­cias tan extensas, y se animó a apostar a un futuro como violinista.

Y con ese anhelo y una beca, se embarcó rumbo a Asun­ción para una licenciatura en música. Como contrapar­tida, daba clases de violín en Pedro Juan Caballero cada quince días y, así, yendo y viniendo fue tejiendo su des­tino, que se iba afianzando a la altura de sus sueños y culmina en pocos días en el gran logro de un master en una universidad americana.

Talita y su violín son parte de un todo indisoluble, un dúo inseparable que fun­ciona en armonía perfecta. Porque su compañero de infancia ha crecido con ella para volverse cómplice de aventuras, sustento del pan de cada día y propulsor de esa curiosidad de mundo que la lleva a otras cultu­ras a través de la música. Ella sabe que llegará muy lejos. Aunque tiene la cer­teza de querer volver a su tierra y devolver el legado de su arte a lo más profundo de sus raíces.

Por lo pronto, está en ruta de salida y con el apoyo de su novio, sus padres, Sonidos y una rifa solidaria, tiene todo lo esencial para enfrentar este nuevo desafío. Lleva en la maleta los libros. El inglés. Los nervios. Los sue­ños y todo un mundo nuevo de esperanzas.

La determinación férrea que ha acompañado siempre su camino, el violín y una ban­dera. Honrando el orgullo de nuestra Patria.

*Esta crónica fue escrita durante los últimos días Talita en nuestra tierra. Actualmente ya se encuen­tra instalada en la West Chester University of Pen­nsylvania.



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